Cuando era chica me era tan fácil poner la mente en blanco.
Lo hacía todo el tiempo. Podía disociar y desconectarme a voluntad. Había descubierto que si miraba un punto fijo un par de minutos, el mundo a mi alrededor se desvanecía en bruma. Podía incluso dejar de escuchar a voluntad.
Pero al parecer desde afuera la visión era horrible: boca semiabierta, mirada perdida, quietud y silencio. Con 4 o 5 años me acuerdo de mi mamá gritándome:
_¡Eh, volvé! ¡Bajá! Pareces tonta.
Siempre en la Luna de Valencia. ¿Será linda la luna de Valencia? Nunca fui. Ni a la Luna ni a Valencia.
Al entrar a la escuela, la sociabilización forzada me obligó a hacerlo solo cuando estaba sola porque si no me decían que era rara. Espóiler: me siguieron diciendo rara de todas formas.
Cuando aprendí a leer lo empecé a hacer frente a los libros. Como parecía que estaba leyendo, nadie me gritaba “¡eh, bajá!”. Pero a medida que fui entendiendo más cada palabra, inconscientemente preferí abstraerme en la lectura y dejar de recurrir al blanqueamiento mental.
Hace no mucho me diagnosticaron dislexia. Y me regalaron una etiqueta nueva. Me dijeron sin anestesia ni mucho preámbulo: “sos neurodivergente”. Me puse a investigar, porque no sabía nada de nada sobre estos temas. Y pensé ingenuamente que si lo entendía quizás podría solucionarlo.
por lo que entendí mi cerebro procesa la información diferente, tiene otro tipo de conexiones neuronales que hace que tenga muchas ventajas en cuanto a pensamiento relacional y “fuera de la caja”, pero muchísimas trabas a la hora de aprender por memoria o repetición porque me aburro y dejo de prestar atención. Ahora entiendo por qué siempre me gustó estudiar, pero odié el sistema educativo en todos sus escalafones: primaria, secundaria, universidad, posgrado…
Parece que nací así, pero nadie se dio cuenta. Justamente, leía tanto que las trabas que tenía las fui maquillando. Además de dislexia, siempre fui buena en la pantomima. Aprendo copiando, adaptándome, leyendo mi entorno.
Tartamudeaba al leer en voz alta (cuando me pongo nerviosa todavía me pasa). La maestra de tercer grado lo sabía muy bien y disfrutaba haciéndonos pasar a “los burros” adelante de la clase, a leerle a los demás, mientras se reían. ¿La solución? Cada tarde, después de la escuela, ponerme a recitar poesía. Lógicamente, hoy poemas es lo que menos leo por gusto…
Escribía letras en espejo o mezclaba cursiva e imprenta. Cuando empecé a escribir ficción era muy chica y copiaba estructuras y palabras; amaba los comics, así que supongo que la asociación por imágenes me ayudó muchísimo.
Claro, para memorizar era pésima y en matemáticas nunca aprendí las tablas, así que me convencieron de que lo mío simplemente no eran las ciencias exactas y ya. Soñaba con ser veterinaria, arquitecta o médica forense. Descartado.
Este año, cuando me diagnosticaron, me acordé de una vez que acompañé a mi abuela a una tienda y la dueña le dijo que estaba preocupada porque la hija confundía las P y las B. “Me salió tonta” concluyó.
Por suerte cuando yo le dije a mi mamá que se me mezclaban los renglones pensó que era miope y me llevó al oculista para que me recetara anteojos.
Fue algo bueno enterarme ahora. Quizás de chica también me hubieran convencido de que era tonta y nunca me hubiera animado a escribir. No hubiera estudiado literatura, ni me hubiera creído capaz de enseñar, ni hubiera devorado tantos libros… Tal vez habría dejado la escuela apenas pudiera.
¿A cuántos niños todavía hoy se los convencen de ser “tontos” por no encajar en las rancias formas de enseñar?
Todavía no sé como lidiar con mi dislexia. El japonés tiene tres sistemas de escritura combinados, así que se me dificulta bastante. Pero el diagnóstico me dio alivio: no soy “tonta”, solo necesito encontrar otros caminos de aprendizaje.
Lo único que lamento, sobre todo en momento de estrés o exámenes, es haber olvidado como irme a la Luna de Valencia y vaciar la mente. Porque al final el adoctrinamiento dio sus frutos y me acostumbré a estar siempre de este lado del espejo.
Siento que olvidé mi versión del conejo blanco.
(Escrito ahorita en 2025)
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